domingo, 7 de octubre de 2007

PREGUNTAS SOBRE NÚCLEO DE IDENTIDAD CULTURAL Y MODELOS VINCULARES.

PRIMER AÑO, EPSSI, SÁBADOS, OCTUBRE 2007.

Primera parte.

“Por lo que entendí en la clase, los modelos internos, los paradigmas, las epistemes y las ideologías tienen que ver con la movilidad y el núcleo de identidad con la continuidad, es decir, es lo que nos hace ser quienes somos, pero si es así, ¿los modelos internos no tiene más relación con la continuidad dado que es lo que cada uno aprendió de su familia y demás personas nos hacen ser lo que somos y en general son inamovibles?. Es más, se podría decir que los modelos internos son el núcleo de identidad de, por ejemplo, una familia determinada”.

Es cierto: decir que unos conceptos tienen que ver con sólo uno de los principios de la Teoría Psicosocial de la Conducta y no con los otros, sería una exageración: la conducta es el fruto que nace cada día de una policausalidad, dando lugar a una pluralidad de estructuras de personalidad que no se quedan quietas y se mueven (movilidad) sin que por eso se pierda un hilo conductor, un núcleo de identidad (continuidad).

Pero no se mueven del mismo modo el horario, el minutero, el secundero y el indicador de día, mes, año… Los modelos internalizados que nos gurvich2hacen ser como somos dentro de nuestra familia son estructuras que entran en movilidad con más facilidad que cierta manera de ser general de la que forman parte todas las familias de nuestra cultura, por ejemplo, en la creencia de que la familia es importante de tal manera en el imaginario social de una colla y de tal otra manera en el imaginario social de una mujer de ascendencia guaraní: más allá de las características de esta o aquella familia, le será más fácil a una señora paraguaya partir a buscar trabajo dejando sus hijos a “la madre de él” que a una señora colla que se irá con sus hijos a la rastra… Todo lo humano es un juego entre continuidad y cambio plural y policausado y es nuestra tarea ir viendo en cada proceso qué cambia y qué queda, cuál es el núcleo que nos hace seguir viviendo y qué elementos se empiezan a quedar desactualizados y corren el riesgo de estereotiparnos y enfermarnos.

Lo que propongo es ir movilizando nuestros mandatos internos (modelos vinculares) porque muchos de ellos tienen que ver con los elementos eurocéntricos de nuestra cultura latinoamericana (el mandato de comer nueces y avellanas y comidas de altas calorías en pleno verano navideño, por ejemplo o el aprecio al rubio y el desprecio al moreno, etc.) mientras indagamos sobre nuestro núcleo de identidad latinoamericana que también, a la larga, se va modificando de acuerdo a los cambios del mundo circundante.

“¿Cómo se puede tratar la ruptura, mejor dicho rotura, de la trama social, cuando no hay reestructuración ni inclusión?”.

La trama social es una metáfora para expresar el hecho de los vínculos múltiples entre las personas y sectores que dan cierta cohesión a una comunidad: se mantiene íntegra mientras esos vínculos producen interacciones satisfactorias de las necesidades de todos y empieza a romperse, a desgarrarse, cuando las insatisfacciones exceden un nivel tolerable y las personas empiezan a sentirse insatisfechas en su comunidad: es la crisis social, en que a las personas se les hace insoportable el grado de exclusión (modelos de complicidad para la marginación) o de alienación (modelos de complicidad para la marginación). ¿Qué hacer ante la crisis?: crear espacios en que la crisis sea hablada y gritada (las puebladas y las asambleas, por ejemplo, en la crisis argentina de los primeros años dos mil) y espacios en que se inventen soluciones, aunque sea transitorias para la emergencia (los clubes del trueque cubrieron una emergencia económica durante unos años, los planes sociales que en su momento evitaron un estallido, aunque parecen haberse estereotipado un poco, etc.).

“Cuando se estereotipan los roles hasta desencadenar la muerte, ¿puede la psicología social armar un perfil de adecuación de la conducta que pueda prevenir la policausalidad de la violencia que crece en nuestra cultura? (caso: adolescente de doce que mató al de trece)”.

La psicología social es una ciencia y una profesión: no puede sola “prevenir la violencia que crece en nuestra cultura”: es una fuerza entre fuerzas, tiene que dar un diagnóstico sobre la policausalidad de esa violencia en determinado sistema y momento histórico y proponer, en juego con las otras ciencias y profesiones, vías de solución que sólo pueden intentarse integralmente desde la reforma o revolución de la legislación y las formas de gobierno y participación popular, para pasar de la violencia como forma principal de relación en la vida económica y social, a la política como arte de la convivencia.

Un chico que mata a otro, desde la psicología social, puede ser un portavoz de una sociedad en que se gana económicamente “matando” a la competencia y de un país en que se suspendieron sistemáticamente las garantías constitucionales, derrocando gobiernos elegidos o proscribiendo partidos políticos y, cuando algunos sectores de la población se levantaron en armas contra esos abusos, se los torturó y mató masivamente junto con muchos otros ciudadanos que no habían reaccionado, para lo cual se endeudó el país sometiéndolo a un país central que promueve la economía cruelmente competitiva y la guerra contra los diferentes.

“Hizo mención de que Berger y Luckmann descubrieron o estudiaron el hábitat de los animales y comprendieron que el hombre se adapta en cualquier lado. Pero ¿podríamos decir que desarrolla su hábitar allí con el bagaje de todo lo que trae en sí?, ¿podría ser por eso?”.

Lo que estos dos norteamericanos descubrieron en su análisis de la vida cotidiana de los hombres desde la sociología, es que lo universal del ser humano es ser particular. Dicen que no hay naturaleza humana en el sentido en que hay naturaleza gatuna o canina, porque cada manera de vivir humanamente es particular, adaptada a un paisaje y los recursos ecológicos de cada lugar con diferencias infinitamente mayores que las diferencias de las maneras de vivir de gatos y perros de un lugar y otro. Pero que se podría hablar de un rasgo universal de lo humano: el hecho de que sólo se es hombre dentro de una cultura particular. No existe para ellos un “hombre universal”, porque lo universal es ser particular, formar parte de una manera de ver, sentir, pensar y hacer características de una región y una época. Como descubrió Kant: no vemos las cosas como son en sí: las vemos con las categorías perceptivas de un lugar y una época. Podemos buscar objetividad creciente, como nos propone Pichon, pero dentro de los límites perceptivos de nuestro núcleo de identidad cultural.

(CONTINUARÁ).

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